viernes, 29 de abril de 2011

No vengas tu con tu "seamos amigos"

originalmente publicado en: www.novengastu.com

Estoy segura de que muchos de ustedes –al menos una vez- han pasado por ese incómodo y triste momento en el que la otra o el otro, terminan una relación en la que usted estaba felizmente enamorado o involucrado. “No veo que esto vaya a ninguna parte”, “No estoy seguro”, “Ya todo cambió”, y un sinfín de lugares comunes que han sido de uso casi exclusivo de las rupturas para disfrazar el “ya no te quiero” o el “no me gustas tanto” –en el mejor de los casos-.

Sanseacabó. C’est fini. The End.

Acto seguido, pues para llenar los incómodos silencios, surge el “creo que debemos ser amigos”. Así. Así como un premio de consolación. Como que llegaste de segundo y en vez de llevarte la copa que dice “campeón” te dieron una medallita que dice “mejores amigos”. Como si estuvieses en el colegio y en el “cuadro de honor” arrancaron tu foto, y después la volvieron a pegar con chicle.

Debo confesar que esta actitud nunca la he entendido. ¿Por qué pedir amistad? La amistad no se pide como en Facebook, la amistad surge. Y surge solita, sin que nadie la llame ni la pida. Y no, no sucede a los 5 minutos posteriores de una ruptura, ni al día siguiente, ni a la semana. Surge después de que cada cual ha sanado sus heridas. Podrán pasar meses y hasta años para que los dos “ex” se conviertan en panitas del alma.

Pero al grano. No vengas tú que esa es una actitud muy cómoda – y a veces hasta egoísta-, porque así “como amigos” sigues teniendo lo mejor del otro después de que le rompiste el corazoncito. Porque así sigues teniéndolo en tu vida con las cosas más valiosas, con su inteligencia y su sentido del humor. Porque el “seamos amigos” es querer cambiarlo todo para que nada cambie.

No vengas tú, que los amigos se hacen en la universidad, en un club, en una fiesta, no entre sábanas, ni entre amor.

jueves, 21 de abril de 2011

El morbo de la reunión en Venezuela


He concluido con el pasar de los años y mi experiencia laboral –ufff, cualquiera cae que tengo 50 años trabajando-, que convocar a una reunión debe generar, en algún nivel del subconsciente del venezolano, algo de morbo. Es que no logro entender que con tantos avances tecnológicos de este siglo, la gente siga reuniéndose físicamente con todo lo que ello implica, para –con suerte- llegar a algún acuerdo.

Es entonces como uno observa que pasa lo siguiente:

Convocan a una reunión a las 9:00 am, a sabiendas de que NADIE se va a aparecer a esa hora. Empezarán a llegar los convocados entre las 9:30 y las 10:00 am. Y no se haga ilusiones, los que llegan primero, empezarán a hablar sobre la cola que agarraron para llegar, el desayuno, los niños y el colegio y un sinfín de tópicos que clasificaremos en este post como “misceláneos”. La reunión empezará aún más tarde de lo previsto, pero bueno, eso es “normal”.

Arranca la reunión, y las carpetas o agenda que todos tienen en mano, serán de completa inutilidad. ¿Para qué hablar de los temas que están en una hoja, si se pueden dejar para después? Lo urgente SIEMPRE reemplazará a lo importante. Sin embargo lo urgente, tampoco es tan urgente así. Convocarán otra reunión para terminar de discutir lo “urgente” de la primera reunión.

¿Por qué seguimos convocando reuniones entonces? Porque da una sensación de responsabilidad el haber asistido. Porque crees que “cumples con tu trabajo” porque asististe. Porque es una buena oportunidad para usar taller y zapatos de tacón alto. Porque es el chance que hay para demostrarle a todos tus colegas que puedes opinar de todo y sabes de todo en todo momento. Porque puedes figurar. Porque aprovechas de “jalarle” al jefe –en público- buscando el bono que te prometió. Porque aprovechas para usar la reunión como buzón de sugerencias y reclamos.

¿No es más fácil enviar un email? ¿No es más fácil hablar puntualmente por teléfono? ¿No es más práctico limitar la reunión a una hora más o menos? ¿No es más práctico reunirte directamente con tu jefe para decirle lo que tengas que decirle? Pareciera que no. Mientras tanto, sigamos lidiando con esta (in) cultura laboral, que no es de todos, pero de suficiente gente como para que nos cueste bastante hacer cambios reales. Mientras nos reunimos, el mundo sigue girando y todo sigue pasando.

miércoles, 13 de abril de 2011

¿Cuánto hay pa' eso?


Para ninguno de ustedes es secreto que vivimos en un país (Venezuela) con los valores invertidos. Aquí el que menos tiene, aparenta más. El más vivo, es el mejor. El que tiene más mujeres fuera del matrimonio, es más mashio que Fernando Colunga.

Pero mi queja de hoy viene con el "cuánto hay pa' eso" que es la frase que le sigue a cualquier respuesta que le haga un funcionario público, como pa' ve cuánto le saca a usted. Destaquemos, que es un funcionario que ya devenga un salario que viene de los impuestos suyos. Es decir, tiene que pagarle doble por un trabajo que a ese funcionario le corresponde hacer. No basta con calarse que la mujer se lime las uñas o ande pegada al celular en lugar de atenderlo, no basta con calarse el "ay, el muchacho que atiende no está. Tiene el niño enfermo" -como si el hijo de Pepito fuese problema suyo-. No, además tiene que darle "pal jugo y pal cachito". Válgame Dios.

Lo cierto es que ojalá el "cuánto hay pa' eso" se aplicara a otras áreas en las que sí es pertinente el uso del "cuánto hay pa' eso". El más claro ejemplo es de los honorarios profesionales. En Venezuela, muy poca gente tiene noción de que el conocimiento de algo cuesta dinero. Y así, el más perfecto desconocido viene a pedirle a usted una "consultica" cuando usted es consultor, es decir, que vive de responderle preguntas a los que quieren una "consulta".

O es que los hombres le piden un "rapidito" gratiñan a las prostitutas, o un "golpecito" a un boxeador, o un "tactico" al urólogo. ¿No verdad? Entonces ¿por qué se guindan a echarle el cuento de los años que el esposo de su prima pasó trabajando y no le pagaron su liquidación, a un abogado "pa' ver qué le aconseja"? Entonces él sí es capaz de pagarle a un Fiscal pa' que levante el choque de forma tal que el seguro se lo cubre, pero no es capaz de pagarle sus honorarios a un abogado o al diseñador gráfico que le hizo las tarjetas de presentación. No me jo.

Hace poco entré al bisnes de la consultoría y alguien -medio conocido- me pidió información que me ha costado 2 años investigar para poder montar mi taguara. Me la pidió "de pana y todo". ¿Cómo es que lo demás le ponen precio a tu trabajo? Porque además si les dices que NO, hasta te echan mal de ojos, "porque eres mala gente".

Andate, que si yo sé algo que tú no sabes hacer, no puedes hacer o tienes flojera de hacer, debes pagarme en cash.