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domingo, 1 de mayo de 2011

Léeme ahí las cartas


Siempre los recuerdos de mi niñez me llevan a el momento cuando me vestía para ir al colegio, prendía el televisor y siempre, siempre había alguien echando las cartas. Creo que esta tendencia mañanera, se mantuvo en la televisión venezolana por un buen tiempo. Miren de verdaíta, una conocida esperaba ver a Alfonso León para ver qué color recomendaba para los Géminis, y así se vestía para ir al trabajo. Sus conversaciones mañaneras, giraban en torno a lo que el tipo del tarot decía o dejaba de decir.

O en mi familia, era costumbre que apenas llegaba el periódico del domingo, todas corrían a leerse el horóscopo en Todo en Domingo o en Estampas. Pero bueno, leer el horóscopo es como un placer culposo, ver cómo te irá en el trabajo esta semana o ver si el tipo con el que sales por fin te va a parar más, y así te refugias en generalidades como las siguientes:

- Leo: ¿Estás en pareja? Tu pareja experimentará cambios de ánimo producto del trabajo. ¿Estás soltero? Buena semana para coquetear. (bueno, de cajón, al menos que estés empatada con un generador de risas para programas de TV, seguro que tu pareja tendrá cambios de humor)

Lo cierto es que he descubierto con el pasar del tiempo que mis amigas (y algunos amigos) recurren con mucha frecuencia a "consultarse". A leerse las cartas. A ver qué les depara el futuro. Otros a leerse otras cosas: la borra del café, la vela, el cereal, la pintura de labios, y otros elementos. Más aún, amigos del mundo de la política que a veces "se consultan" para ver qué decisión tomar. Ojo, no juzgo a nadie, y en eso del mundo del tarot, hay brujas que la pegan con lo que dicen.

Por eso, siempre he pensado que para sentarte a que te "lean" el futuro, hay que tener pelotas u ovarios y prepararte para escuchar lo que quieres y lo que no. No es nada fácil que vengan a decirte que te vas a quedar sin trabajo si te estás tripeando en el que estás. O que te digan que ese novio a quien tanto quieres, te va a dejar por otra. O que te digan que aunque estés planeando irte a Francia, te irás a Canadá. O que te digan que tu tío favorito se va a morir pronto. Confieso, que estos dos últimos casos, me pasaron a mí, la primera -y única- vez que me atreví a consultarme el tarot hace un par de años.

¿Se perdió la emoción del qué pasará? ¿Se perdió la confianza en sí mismo para saber cuándo andas en buen camino? ¿Necesita uno realmente escuchar de una "señora de las cartas" un: "tu esposo ya no te quiere" si el tipo actúa raro? ¿Necesita uno escuchar de la "señora" un: "Ay, estás gastando pólvora en zamuro" si el tipo con el que sales poco te llama o no te busca para compartir contigo y sigues ahí gastando energías? ¿Necesita uno escuchar: "tienes riesgo de padecer del azúcar" si la señora te está viendo que estás gordita? ¿Necesitas escuchar un "tienes problemas en el trabajo" para constatar que tu trabajo no te hace feliz -como ya sabías-?

No lo creo. Que no se pierda la bonita costumbre de esperar, del "ver qué pasa", y de ser sorprendidos por la vida.

jueves, 21 de abril de 2011

El morbo de la reunión en Venezuela


He concluido con el pasar de los años y mi experiencia laboral –ufff, cualquiera cae que tengo 50 años trabajando-, que convocar a una reunión debe generar, en algún nivel del subconsciente del venezolano, algo de morbo. Es que no logro entender que con tantos avances tecnológicos de este siglo, la gente siga reuniéndose físicamente con todo lo que ello implica, para –con suerte- llegar a algún acuerdo.

Es entonces como uno observa que pasa lo siguiente:

Convocan a una reunión a las 9:00 am, a sabiendas de que NADIE se va a aparecer a esa hora. Empezarán a llegar los convocados entre las 9:30 y las 10:00 am. Y no se haga ilusiones, los que llegan primero, empezarán a hablar sobre la cola que agarraron para llegar, el desayuno, los niños y el colegio y un sinfín de tópicos que clasificaremos en este post como “misceláneos”. La reunión empezará aún más tarde de lo previsto, pero bueno, eso es “normal”.

Arranca la reunión, y las carpetas o agenda que todos tienen en mano, serán de completa inutilidad. ¿Para qué hablar de los temas que están en una hoja, si se pueden dejar para después? Lo urgente SIEMPRE reemplazará a lo importante. Sin embargo lo urgente, tampoco es tan urgente así. Convocarán otra reunión para terminar de discutir lo “urgente” de la primera reunión.

¿Por qué seguimos convocando reuniones entonces? Porque da una sensación de responsabilidad el haber asistido. Porque crees que “cumples con tu trabajo” porque asististe. Porque es una buena oportunidad para usar taller y zapatos de tacón alto. Porque es el chance que hay para demostrarle a todos tus colegas que puedes opinar de todo y sabes de todo en todo momento. Porque puedes figurar. Porque aprovechas de “jalarle” al jefe –en público- buscando el bono que te prometió. Porque aprovechas para usar la reunión como buzón de sugerencias y reclamos.

¿No es más fácil enviar un email? ¿No es más fácil hablar puntualmente por teléfono? ¿No es más práctico limitar la reunión a una hora más o menos? ¿No es más práctico reunirte directamente con tu jefe para decirle lo que tengas que decirle? Pareciera que no. Mientras tanto, sigamos lidiando con esta (in) cultura laboral, que no es de todos, pero de suficiente gente como para que nos cueste bastante hacer cambios reales. Mientras nos reunimos, el mundo sigue girando y todo sigue pasando.

miércoles, 13 de abril de 2011

¿Cuánto hay pa' eso?


Para ninguno de ustedes es secreto que vivimos en un país (Venezuela) con los valores invertidos. Aquí el que menos tiene, aparenta más. El más vivo, es el mejor. El que tiene más mujeres fuera del matrimonio, es más mashio que Fernando Colunga.

Pero mi queja de hoy viene con el "cuánto hay pa' eso" que es la frase que le sigue a cualquier respuesta que le haga un funcionario público, como pa' ve cuánto le saca a usted. Destaquemos, que es un funcionario que ya devenga un salario que viene de los impuestos suyos. Es decir, tiene que pagarle doble por un trabajo que a ese funcionario le corresponde hacer. No basta con calarse que la mujer se lime las uñas o ande pegada al celular en lugar de atenderlo, no basta con calarse el "ay, el muchacho que atiende no está. Tiene el niño enfermo" -como si el hijo de Pepito fuese problema suyo-. No, además tiene que darle "pal jugo y pal cachito". Válgame Dios.

Lo cierto es que ojalá el "cuánto hay pa' eso" se aplicara a otras áreas en las que sí es pertinente el uso del "cuánto hay pa' eso". El más claro ejemplo es de los honorarios profesionales. En Venezuela, muy poca gente tiene noción de que el conocimiento de algo cuesta dinero. Y así, el más perfecto desconocido viene a pedirle a usted una "consultica" cuando usted es consultor, es decir, que vive de responderle preguntas a los que quieren una "consulta".

O es que los hombres le piden un "rapidito" gratiñan a las prostitutas, o un "golpecito" a un boxeador, o un "tactico" al urólogo. ¿No verdad? Entonces ¿por qué se guindan a echarle el cuento de los años que el esposo de su prima pasó trabajando y no le pagaron su liquidación, a un abogado "pa' ver qué le aconseja"? Entonces él sí es capaz de pagarle a un Fiscal pa' que levante el choque de forma tal que el seguro se lo cubre, pero no es capaz de pagarle sus honorarios a un abogado o al diseñador gráfico que le hizo las tarjetas de presentación. No me jo.

Hace poco entré al bisnes de la consultoría y alguien -medio conocido- me pidió información que me ha costado 2 años investigar para poder montar mi taguara. Me la pidió "de pana y todo". ¿Cómo es que lo demás le ponen precio a tu trabajo? Porque además si les dices que NO, hasta te echan mal de ojos, "porque eres mala gente".

Andate, que si yo sé algo que tú no sabes hacer, no puedes hacer o tienes flojera de hacer, debes pagarme en cash.