sábado, 21 de mayo de 2011

10 consejos que me dio mi abuelo


Según un calendario que encontré por ahí, el 29 de Mayo -hoy- se celebra el Día del Adulto Mayor en Venezuela, otro eufemismo como "la tercera edad", "la edad de oro" (como dicen los canadienses francófonos), o como dice la señora que cuida al mío: El Aguelo.

De verdad que mi abuelito, no es que sea un superhéroe, pero junto con mi abuela levantó a 7 hijos que fueron todos a la universidad. Tiene 89 años pero aún se le ve el tatuaje de las iniciales del nombre de mi abuelita. Él mismo recuerda que su primer trabajo fue levantando sacos y así fue, leyendo que jode, culturizándose él solito, y desmostrando compromiso para llegar a ser Juez de Distrito, sin tener ni título de bachiller. De verdad que si algo tiene mi Aguelo, es que le ha echado bastante pichón a la vida y es el hombre más brillante que conozco, y al que profeso más admiración. De ahí que me haya enseñado muchas cosas para la vida diaria que podría enumerar en 10 consejos:

1. Un hombre que no tiene cicatrices no ha vivido. Revise al caballero con el que anda, que si no tiene cicatrices en la piel, de caídas, golpes, accidentes, seguro le falta mucho por vivir.

2. Estás viejo cuando empiezas a guardar peroles y papeles inservibles. A un viejo le encanta guardar pendejadas.

3. Lea, lea, lea todo lo que pueda. Lea, y siga leyendo.

4. Salga siempre de punta en blanco, no sabe con quién se pueda encontrar en la calle.

5. Estudie en una buena universidad, no tanto por la educación que va a recibir sino por la gente que va a conocer y con la que se va a codear. (Gracias abuelito)

6. Coma a sus horas.

7. Escuche música. La música es la forma que consiguió Dios para comunicarse con el hombre.

8. Nunca se está muy viejo para bailar. Aún con 89 añitos, echa un pie de vez en cuando.

9. No fume, que cuando esté viejo como yo, se va a arrepentir.

10. No le joda la vida a los demás, que los únicos que lo van a querer a usted así los joda todo el tiempo, son sus papás. El resto de la humanidad no tiene por qué quererlo de gratis.

Stigmazuela - Parte II


Las segundas partes nunca fueron buenas, y esta no es la excepción. Les relataré mi aventura en la Oficina de Extranjería venezolana, a.k.a. SAIME, en donde ser asiático sale mejor que ser venezolano.

Me encuentro en una de las oficinas del SAIME ubicadas en el interior del país para renovar mi pasaporte venezolano. Ya he leído en Twitter las alabanzas a este Sistema, por considerarlo "moderno" y "avanzado", pero lo cierto es que mi experiencia me dice que es cualquier cosa menos "moderna" y "avanzada".

Llego una media hora antes de la cita y me recibe una recepcionista con bigote de helado de mantecado. No es chiste, la señorita degustaba un helado de mantecado en horas de trabajo y se le había hecho un bigote digno de cuña de Parmalat con el que recibía a la gente. Así, se seca las manos en el pantalón y me pide mis papeles y me aclara que me hacen falta requisitos que NO estaban en la web del SAIME, por lo que debo dirigirme a sacarlos en ese momento y regresar luego, y perder mi lugar en la cola. "Y eso que antes pedíamos la partida de nacimiento" como si yo le hubiese preguntado a la Sra. Bigotes de Pastelado, o como para que yo le diera gracias a Dios porque ahora no piden la Partida de Nacimiento.

Cuento unas 20 personas en cola, y bueno, 12 eran asiáticos -deduzco chinos- que no hablaban español. Segurísimo que tienen tienen todo el derecho a ser venezolanos y a portar nuestra cédula como venezolanos y nuestro pasaporte -sin pasar por home y pagar 500-, así mismito como usted y yo, sin siquiera saber decir "coño, qué arrechera" cuando se molestan, o sin haber probado el helado de Ron con Pasas o saber que a qué sabe el fororo, la cebada o para qué se usa la Maizina Americana.

No conforme con que era la Invasión Sensacional versión chinita, varios de estos asiáticos (los que deduzco hablaban español) tenían TODA la confianza del mundo con el resto de los funcionarios del SAIME, tanto así que estaban en los cubículos sentados con ellos, no como usuarios, sino como "panitas" que van con frecuencia, y que podían ver el monitor de los funcionarios y que hasta subían por unas escaleras que daban no sé adonde y a las que los usuarios normales y corrientes no teníamos acceso. Me gustaría estar exagerando todo esto, pero no. Es la verdad.

Cuando, por fin paso y después de un impasse con otras personas que se querían colear, me van a tomar la foto (deduzco, la peor de todos mis 25 años dada la calentura que cargaba) me dice el funcionario: "¿Estás bravita?" (respiré produndo) Pobrecito, no sabía que en efecto, sí le iba a responder lo que me peguntó y lo que no me preguntó también.

Toda la impresión que tuve ese día es que me salía mejor ser asiática que ser venezolana. Y miren que a mi me encanta el sentido de la moda de las Surcoreanas, y me gusta el sushi y el arroz chino con lumpias. No tengo nada en contra de los asiáticos porque ya me resigné al hecho de que conquistaron el mundo, pero sí es un soberano abuso que usted y yo, que le dejamos al gobierno 12% de cada compra que hacemos, que pagamos ISRL y que tenemos un barril a 100 USD, y que no sólo queremos lucrarnos de una quincalla sino hacer de Venezuela un mejor país, porque nos duele y nos importa, nos merecemos un trato 100 veces mejor. Llévatelo.

domingo, 15 de mayo de 2011

Guía para entender al hijo único


¿Tiene usted que lidiar a diario con una hija o hijo único? Aquí la guía -puramente subjetiva, sin fundamento y parcializada- para tratar de entendernos y querernos:

1. No somos egoístas, solamente estamos acostumbrados a no compartir nuestras cosas con nadie. Lo mío es mío, anda tú y cómprate tus cosas.

2. No es que hablemos solos, es que aún después de grandes, tenemos amiguitos imaginarios con quienes conversamos con cierta frecuencia para afianzarles nuestro punto de vista sobre la vida -además nos escuchan callaítos-. Nuestros amigos imaginarios han crecido a la par nuestra y están más enterados de nuestras vidas que los amigos de carne y hueso -obvio-.

3. No es que seamos "autosuficientes", simplemente somos independientes. Raramente pedimos ayuda a otro para hacer nuestras cosas. Entiendan: siempre tuvimos que ingeniárnosla para resolver las cosas por nuestra cuenta. Pero también nos gusta ayudar a los demás a resolverles la vida. Qué curioso chico.

4. Si nos ponemos exigentes, es porque siempre fuimos el centro de atención de nuestra casa y nuestros papás. Con suerte, ya grandecitos, el mundo nos hizo entender que no somos el centro del universo. Y este "egoncentrismo" no es exclusividad del hijo único. Conozco a más de uno (hijo mayor, menor o del medio) con este síndrome. No nos vengan con cuentos.

5. Amigo, amiga, usted que está casado (a) /empatado (a) con un hijo o hija única: Mucho cuidado con su cumpleaños. Nuestro natalicio debe resaltar con luces en todo el calendario.

6. No es que seamos posesivos con nuestros amigos, es que nuestros amigos son como los hermanos que nunca tuvimos y no queremos que nadie nos lo quite. Bueno sí, un poco posesivos la verdad sea dicha.

7. Hacemos lo que queremos hacer. Punto.

8. El hijo único viene en combo con sus papás, a sabiendas de que no comparte esa responsabilidad con más nadie. A veces nos volvemos papás de nuestros papás, y si nos dan muchas alas, nos volvemos jefes en la casa: decidimos cuándo se viaja, cuándo no, para dónde, llevamos al médico a nuestros papás cuando no quieren ir, elegimos el modelo de carro nuevo que se va a comprar, etc.

9. Por lo general, tenemos un corazón grande e infantil en donde cabe un montón de gente. Si algo no nos faltó fue amor y atención en nuestros hogares, y no concebimos las cosas de otra forma, para nuestra absoluta suerte :)

Y con este post no pretendo ni agrandarnos ni victimizarnos, sino explicar la forma de ser del hijo único desde la experiencia de mis amigos hijos únicos y la experiencia de ésta que está aquí uniqueando.

domingo, 1 de mayo de 2011

Léeme ahí las cartas


Siempre los recuerdos de mi niñez me llevan a el momento cuando me vestía para ir al colegio, prendía el televisor y siempre, siempre había alguien echando las cartas. Creo que esta tendencia mañanera, se mantuvo en la televisión venezolana por un buen tiempo. Miren de verdaíta, una conocida esperaba ver a Alfonso León para ver qué color recomendaba para los Géminis, y así se vestía para ir al trabajo. Sus conversaciones mañaneras, giraban en torno a lo que el tipo del tarot decía o dejaba de decir.

O en mi familia, era costumbre que apenas llegaba el periódico del domingo, todas corrían a leerse el horóscopo en Todo en Domingo o en Estampas. Pero bueno, leer el horóscopo es como un placer culposo, ver cómo te irá en el trabajo esta semana o ver si el tipo con el que sales por fin te va a parar más, y así te refugias en generalidades como las siguientes:

- Leo: ¿Estás en pareja? Tu pareja experimentará cambios de ánimo producto del trabajo. ¿Estás soltero? Buena semana para coquetear. (bueno, de cajón, al menos que estés empatada con un generador de risas para programas de TV, seguro que tu pareja tendrá cambios de humor)

Lo cierto es que he descubierto con el pasar del tiempo que mis amigas (y algunos amigos) recurren con mucha frecuencia a "consultarse". A leerse las cartas. A ver qué les depara el futuro. Otros a leerse otras cosas: la borra del café, la vela, el cereal, la pintura de labios, y otros elementos. Más aún, amigos del mundo de la política que a veces "se consultan" para ver qué decisión tomar. Ojo, no juzgo a nadie, y en eso del mundo del tarot, hay brujas que la pegan con lo que dicen.

Por eso, siempre he pensado que para sentarte a que te "lean" el futuro, hay que tener pelotas u ovarios y prepararte para escuchar lo que quieres y lo que no. No es nada fácil que vengan a decirte que te vas a quedar sin trabajo si te estás tripeando en el que estás. O que te digan que ese novio a quien tanto quieres, te va a dejar por otra. O que te digan que aunque estés planeando irte a Francia, te irás a Canadá. O que te digan que tu tío favorito se va a morir pronto. Confieso, que estos dos últimos casos, me pasaron a mí, la primera -y única- vez que me atreví a consultarme el tarot hace un par de años.

¿Se perdió la emoción del qué pasará? ¿Se perdió la confianza en sí mismo para saber cuándo andas en buen camino? ¿Necesita uno realmente escuchar de una "señora de las cartas" un: "tu esposo ya no te quiere" si el tipo actúa raro? ¿Necesita uno escuchar de la "señora" un: "Ay, estás gastando pólvora en zamuro" si el tipo con el que sales poco te llama o no te busca para compartir contigo y sigues ahí gastando energías? ¿Necesita uno escuchar: "tienes riesgo de padecer del azúcar" si la señora te está viendo que estás gordita? ¿Necesitas escuchar un "tienes problemas en el trabajo" para constatar que tu trabajo no te hace feliz -como ya sabías-?

No lo creo. Que no se pierda la bonita costumbre de esperar, del "ver qué pasa", y de ser sorprendidos por la vida.