Mostrando entradas con la etiqueta Pasaporte venezolano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pasaporte venezolano. Mostrar todas las entradas

sábado, 21 de mayo de 2011

Stigmazuela - Parte II


Las segundas partes nunca fueron buenas, y esta no es la excepción. Les relataré mi aventura en la Oficina de Extranjería venezolana, a.k.a. SAIME, en donde ser asiático sale mejor que ser venezolano.

Me encuentro en una de las oficinas del SAIME ubicadas en el interior del país para renovar mi pasaporte venezolano. Ya he leído en Twitter las alabanzas a este Sistema, por considerarlo "moderno" y "avanzado", pero lo cierto es que mi experiencia me dice que es cualquier cosa menos "moderna" y "avanzada".

Llego una media hora antes de la cita y me recibe una recepcionista con bigote de helado de mantecado. No es chiste, la señorita degustaba un helado de mantecado en horas de trabajo y se le había hecho un bigote digno de cuña de Parmalat con el que recibía a la gente. Así, se seca las manos en el pantalón y me pide mis papeles y me aclara que me hacen falta requisitos que NO estaban en la web del SAIME, por lo que debo dirigirme a sacarlos en ese momento y regresar luego, y perder mi lugar en la cola. "Y eso que antes pedíamos la partida de nacimiento" como si yo le hubiese preguntado a la Sra. Bigotes de Pastelado, o como para que yo le diera gracias a Dios porque ahora no piden la Partida de Nacimiento.

Cuento unas 20 personas en cola, y bueno, 12 eran asiáticos -deduzco chinos- que no hablaban español. Segurísimo que tienen tienen todo el derecho a ser venezolanos y a portar nuestra cédula como venezolanos y nuestro pasaporte -sin pasar por home y pagar 500-, así mismito como usted y yo, sin siquiera saber decir "coño, qué arrechera" cuando se molestan, o sin haber probado el helado de Ron con Pasas o saber que a qué sabe el fororo, la cebada o para qué se usa la Maizina Americana.

No conforme con que era la Invasión Sensacional versión chinita, varios de estos asiáticos (los que deduzco hablaban español) tenían TODA la confianza del mundo con el resto de los funcionarios del SAIME, tanto así que estaban en los cubículos sentados con ellos, no como usuarios, sino como "panitas" que van con frecuencia, y que podían ver el monitor de los funcionarios y que hasta subían por unas escaleras que daban no sé adonde y a las que los usuarios normales y corrientes no teníamos acceso. Me gustaría estar exagerando todo esto, pero no. Es la verdad.

Cuando, por fin paso y después de un impasse con otras personas que se querían colear, me van a tomar la foto (deduzco, la peor de todos mis 25 años dada la calentura que cargaba) me dice el funcionario: "¿Estás bravita?" (respiré produndo) Pobrecito, no sabía que en efecto, sí le iba a responder lo que me peguntó y lo que no me preguntó también.

Toda la impresión que tuve ese día es que me salía mejor ser asiática que ser venezolana. Y miren que a mi me encanta el sentido de la moda de las Surcoreanas, y me gusta el sushi y el arroz chino con lumpias. No tengo nada en contra de los asiáticos porque ya me resigné al hecho de que conquistaron el mundo, pero sí es un soberano abuso que usted y yo, que le dejamos al gobierno 12% de cada compra que hacemos, que pagamos ISRL y que tenemos un barril a 100 USD, y que no sólo queremos lucrarnos de una quincalla sino hacer de Venezuela un mejor país, porque nos duele y nos importa, nos merecemos un trato 100 veces mejor. Llévatelo.

lunes, 14 de marzo de 2011

País de residencia: Stigmazuela

Sugiero que antes de que empieces a leer, si eres mi mamá, mi abuelito (tan bello), algún familiar, si eres nacionalista venezolano intolerante, si eres mi novio o estás en proceso de serlo (o te gustaría serlo algún día) no leas esto (podrías decepcionarte).

Si me conoces desde hace algún tiempo, bien debes saber que me quejo de todo, pero últimamente me he quejado sin parar de mi pasaporte venezolano. Sí. Ese librito vinotinto que solo sirve para salir de Maiquetía y que me ha puesto a pensar varias cosas. Y especialmente el día de hoy sucedió algo que resumiría así:

Llego a inmigración Canadá (venía de Estados Unidos). Todo bien. Luego de mostrar mi pasaporte el viejo cabeza de chola oficial que me atiende me dice –todo en francés claro- y con cara de pocos amigos:

“Ah, ¿y qué carajo vienes a hacer a Canadá?”

Yo: No es peo tuyo Estoy en Montréal estudiando francés

Él: “Ah ¿y de dónde eres?”

Yo: “Bueno ¿coño no sabes leer? de Venezuela y me arrecho cuando me preguntan de Chávez porsia

Él: “¿Y cómo es que tienes un pasaporte Boliviano?”

Yo: ¿De dónde carrizo sacas que soy boliviana coño? ¿Disculpe, cómo que boliviana? (en mi dulce francés)

Él: Aquí leo en tu pasaporte “República Bolivariana”

Yo: CDLM si jodes!!! No soy boliviana, soy Venezolana además soy muy bonita para ser otra latina que no sea venezolana coño cómo se te ocurre.

Él: Ah, ok. Pasa pues coño para que dejes la ladilla.

Esos minutos me llevaron a reflexionar sobre nuestro pasaporte y su completa y absoluta inutilidad en este siglo. ¿O es que no te acuerdas de que tus papás tenían visas de por vida? No puede ser chico que vivamos en un país tan rico y tan lleno de talentos y que tengamos un pasaporte más inútil que una moto con puertas. Que seas estigmatizado en Barajas o en Houston porque tienes el bendito librito vinotinto que grita sudaca latina. Que necesitemos visa de trabajo para trabajar en Bogotá, cuando hace 30 años ellos se volvían locos por irse a Venezuela. Y no, yo estoy muy orgullosa de mi nacionalidad, pero me arrecha incomoda un poco que nuestro gobierno no haga esfuerzos para que seamos bienvenidos en otros países, y por el contrario cada día nos pidan más y más visas y con suerte nos las den.

Amo mi país, antes de que se te ocurra insultarme y decirme apátrida ¿oíste? porque coño segurito que a ti también te gustaría tener tu Green Card